Palma, Ricardo
Neologismos y americanismos
RICARDO PALMA
IMISI I ilil
LIMA
IMPRENTA Y LIBRERÍA DE CARLOS PRINCE
Calle de la Veracruz, 71, 73 y 75
X896
PC
IIOGIIOS 1 ÁiBJmSiS
ANTECEDENTES Y CONSIGUIENTES
I
Generalizada creencia es, en América, la de que
España no nos perdona el que hayamos puesto casa
aparte, desprendiéndonos de su maternal regazo.
Viene de aquí el que, en la crecida colonia de ame-
ricanos viajeros que regresa á nuestro continente,
no llegue á un diez por ciento el numero de los que
se decidieron á dar un paseo por España, después
de haber visitado París, Londres, Berlín, Viena y
las principales ciudades de Italia. Hay Exposición
en alguna de esas grandes capitales, y todo latino-
americano que dispone de recursos emprende viaje.
Pero se trató de una Exposición en Madrid, para
celebrar el cuarto centenario del descubrimiento de
América; y á pesar del motivo, que de suyo era albo-
rotador, y de la buena voluntad de los gobiernos re-
publicanos, que se apresuraron á responder á la invi-
tación oficial nombrando delegados que los repre-
sentasen, apenas si, de Octubre á Diciembre, pudi-
mos contarnos en Madrid trescientos americanos, de
los que la mitad, por lo menos, investía carácter di-
plomático ó el de delegados. ¿Cómo esplicar esta
frialdad nuestra, tratándose de la nación á la que
tantos vínculos debieran ligarnos, pues, poca ó mu-
cha, todos traemos en las venas sangre española, yes-
pañoles son nuestros apellidos, y española la lengua
en que nos expresamos, y heredadas de España
nuestras creencias religiosas, nuestras costumbres,
nuestras virtudes y nuestras flaquezas? En España
deberíamos los americanos encontrarnos como en
nuestra casa solariega, casi como en el propio hogar.
La principal causa del indiferentismo ó alejamien-
to nuestro se debe á la errada política del gobierno
peninsular, que tardó muchos años en convencerse
de que América estaba definitivamente perdida para
España. Si, después de Ayacucho, los hombres de la
política se hubieran dicho lo que el vulgo —lo perdi-
do, perdido, y ojo al ganar — no retardando el reco-
nocimiento de las repúblicas independientes, ni el
comercio inglés, ni el comercio francés, se habrían
adueñado por completo de los mercados americanos.
Por lo menos, habría conseguido España que no ad-
quiriésemos el perverso gusto de envenenarnos con-
sumiendo los malos vinos franceses, ya que la pe-
nínsula es productora de los mejores del mundo^.
Mercantilmente, no era el provecho para desdeñado.
Pero España dejó correr casi un cuarto de siglo
sin amainar en sus pretensiones de soberanía sobre
un mundo que se le había escapado de entre las ma-
nos, no sin revelar, de vez en cuando, hostilidad de
propósitos, como los que encarnaban la expedición
floreana, la intervención en México, y la aventura
de las islas de Chincha.
El reconocimiento de la independencia se impuso
á España por la fuerza del hecho consumado, por la
impotencia material para emprender la reconquista,
y hasta como conveniencia.
A estos errores de política se debe el que España
no ocupe hoy, en nuestros afectos, el lugar preferen-
te. Los que venimos á la vida en los albores de la
República, oíamos á nuestros padres relatar los he-
chos de la gran epopeya; y, en sus relatos, apesar de
la pasión, había mucho de cariño para aquellos á
quienes lealmente vencieron en Junín y Ayacucho.
Nos llegó el turno de reemplazar á nuestros mayo-
res en el escenario social, y la juventud á que yo
pertenecí fué altamente hispanófila. El nombre de
España, aunque no siempre para ensalzarlo, estaba
constantemente en nuestros labios; y en las repre-
sentaciones del Pelayo aplaudíamos con delirio los
versos del gran Quintana, como si fuesen nuestros el
protagonista y el poeta, y nuestra la patria en que se
desarrolla la tragedia. La vida colonial estaba toda-
vía demasiado cerca de nosotros, y sólo el correr
del [tiempo conseguiría destruir la influencia y el
prestigio que sobre el espíritu ejerce la tradición.
Yo alcancé días en los que, á los republicanos nue-
vos, no chocaba oír en la calle este saludo.— Adiós^
señor marqués — Abur, señor conde.
La generación llamada á reemplazarnos no abriga
amor ni odio por España: la es indiferente. Apenas
si ha leído á Cervantes. Su nutrición intelectual la
busca en lecturas francesas y alemanas. Díganlo los
modernistas, decadentes, parnasianos y demás afilia-
dos en las nuevas escuelas lilerarias.
Los americanos de la generación que se va, vivía-
mos (principalmente los de las repúblicas de Co-
lombia, Centro-América y el Perú) enamorados de
la lengua de Castilla. Eramos más papistas que el
Papa, si cabe en cuestión de idioma la frase. Los
trabajos más serios que sobre la lengua se han es-
crito en nuestro siglo, son fruto de plumas america-
nas. Baste nombrar á Bello, Irisarri, Baralt^ los
Cuervo y, como estilista, á Juan Montalvo.
El lazo más fuerte, el único quizá que hoy por
hoy, nos une con España, es el del idioma. Y sin
embargo, es España la que se empeña en romperlo,
hasta hiriendo susceptibilidades de nacionalismo. Si
los mexicanos (y no mejicanos como impone la
Academia) escriben México y no Méjico, ellos, los
dueños de la palabra ¿qué explicación benévola ad-
mite la negativa oficial ó académica para consignar
en el Léxico voz sancionada por los nueve ó diez
millones de habitantes que esa república tiene? La
Academia admite provincialismos de Badajoz, Al-
bacete, Zamora, Teruel, etc., etc., voces usadas sólo
por trescientos ó cuatrocientos mil peninsulares, yes
intransigente con neologismos y americanismos acep-
tados por más de cincuenta millones de seres que, en
el mundo nuevo, nos espresamos en castellano.
« Trivial argumento es (dice Alberto Liptay en
« su entretenido libro La Lengua Católica) el de
« que los americanos no tenemos por qué afanarnos
« por el progreso de un lenguaje que, originalmen-
« te, no nos pertenece, como si la lengua no fuera
« tanto de los hijos como de los padres. Si los pa-
ce dres no fuesen, á veces, aventajados por los hijos,
« toda posibilidad de progreso sería ilusoria. Hay
« tarnbién que tener presente que los americanos
« casi triplicamos en número á los peninsulares,
« y que no son siempre las minorías las llamadas á
« imponer la ley. »
Acaso tuvo razón el ilustre argentino don Juan
María Gutiérrez, escritor tan culto y castizo como
sus contemporáneos Bello y Pardo, cuando nombra-
do, casi á la vez que estos, académico correspondien-
te, renunció á tal honra porque, en su concepto, mal
se aveníala independencia política con la subordina-
ción á España en materia de lenguaje.
II
España nos trajo al Perú las locuciones (siempre
en plural) imperio de los incas, patria de los incas,
ciudad de losincas, etc., etc., y en la necesidad de
• — 7 —
crear un adjetivo, preciso para nosotros, creamos los
adjetivos incásico é incaico. El primero lo emplea-
mos en la acepción de lo que, en general, se refiere
á los antiguos soberanos; y el segundo, al tratar de
determinado inca. Así llamamos al Cuzco La ciudad
de los incas, porque fué la residencia oficial de ellos;
y á Cajamarca la ciudad del inca, porque en ella,
ciudad hasta entonces de segundo orden en la mo-
narquía, se desarrolló el episodio más trascendental
de la conquista con la prisión y muerte de un rey.
Filológicamente está bien estudiada la formación de
ambos adjetivos, y al aceptarlos habría procedido la
Academia con acierto, no sólo lingüístico sino polí-
tico. Y que tales adjetivos eran imprescindibles en
el lenguaje lo comprueba el que los eminentes es-
critores españoles don Marcos Jiménez de la Espa-
da y don Justo Zaragoza, que en asuntos historiales
de América se ocupan, crearon las voces inqueño é
incano, nunca empleadas en el Perú.
La autoridad indiscutible é inapelable en la cues-
tión era la del uso generalizado en América, y esta
autoridad imponía la aceptación de incásico é ificáico,
voces ambas de correcta formación, esencialmente
la primera. La Real Academia, en la que ninguno
de sus miembros ha visitado el Perú, decidió que sólo
era admisible el adjetivo incaico, lo que implicaba
una decisión caprichosamente autoritaria, que nos ha
hecho sonreír á los peruanos como cuando, en la úl-
tima edición del Diccionario, vimos consignado el
peruanismo cachaspari, en vez de cacharpari, y sora,
en lugar At jora, resultando dos hijos desconocidos
para sus legítimos padres. Ser académico no es ser
infalible ni omnisciente.
Pero en el seno mismo de la Academia ha encon-
trado el adjetivo incaico un rebelde en don Marceli-
no Menéndez y Pelayo que, en el tomo tercero de la
dntolo^ia^ publigadg un afio después de la autográ'
— 8 —
tica decisión, escribe incásico, en la pajina 163 del
prólogo. Lástima que don Marcelino hubiera empe-
ñosamente combatido la admisión de los verbos dic-
taminar y clausurar, en homenaje á la intransigen-
cia de su españolismo!
« La ley de las mayorías ó sea el criterio democrá-
« tico (dice don Nicanor Bolet Peraza) debe domi-
« nar también en la república de las letras. La sobe-
í( ranía de un idioma no reside sino en la totalidad
« misma de los que se sirven de él como de lengua
« propia. Las Academias equivalen á los Congresos,
« y deben dictar sus constituciones y leyes (digo sus
í( diccionarios y gramáticas) teniendo en cuenta las
« costumbres del pueblo, el natural espíritu de pro-
« greso, y sobre todo el uso general. De lo contrario,
« las Academias hablarán un idioma y el pueblo
« otro, viniendo á parar todo en el triunfo delasma-
« yorías habladoras. »
La Academia, con su procedimiento, ha justifica-
do á Zahonero que, en el Congreso Literario, dijo:
(( Tengamos en cuenta que el pueblo americano
« se ocupa de nosotros, pero que, desgraciadamente,
« nosotros no nos ocupamos de él; que no noscono-
« cemos, y es necesario que nos conozcamos. »
III
Las fiestas del Centenario colombino han dado el
tristísimo fruto de entibiar relaciones. Los america-
nos hicimos todo lo posible, en la esfera de la cor-
dialidad, porque España, si no se unificaba con nos-
otros en lenguaje, por lo menos nos considerara
como á los habitantes de Badajoz ó de Teruel, cuyos
neologismos hallaron cabida en el Léxico. Ya que
otros vínculos no nos unen, robustezcamos los del
lenguaje. A eso, y nada más aspirábamos los hispa-
nófilos del nuevo mundo; pero el rechazo sistemátit
-9-
co de las palabras que, doctos é indoctos, usamos en
América, palabras que, en su mayor parte, se encuen-
tran en nuestro cuerpo de leyes, implicaba desairoso
reproche.
— ¿No encuentran ustedes de correcta formación
los verbos dictaminar y clausurar? — pregunté una
noche.— Sí, me contestó un académico; pero esos
verbos no los usamos, en España, los dieziocho mi-
llones de españoles que poblamos la península: no
nos hacen falta. — Es decir que, para mi amigo el
académico, más de cincuenta millones de america-
nos nada pesamos en la balanza del idioma. Bien
pude contestarle con estas palabras de Zahonero, en
el Congreso Literario:
« Parece que la lengua castellana, en doncellez, es
« una virgen cuya virtud estamos obligados todos á
a guardar; virtud fría, virtud que resulta por nega-
« ción, virtud de solterona. No, mil veces no. Las
« lenguas no son vírgenes: son madres, y madres fe-
« cundas que siempre están dando del claustro ma-
<i terno del cerebro, por la abertura de los labios,
« nuevos hijos al mundo del amor y de las relacio-
« nes humanas. »
El espíritu, el alma de los idiomas, está en su sin-
taxis más que en su vocabulario. Enriquézcase éste
y acátese aquella, tal es nuestra doctrina. Si el uso
generalizado ha impuesto tal ó cual verbo, tal ó cual
adjetivo, hay falta de sensatez ó sobra de tiranía au-
toritaria en la Corporación que se encapricha en ir
contra la corriente. Siempre fué la intransigencia se-
milla que produjo mala cosecha.
IV
Recuerdo que sostuve una noche en la Academia
que figurando en el Diccionario el sustantivo presu-
puesto, nada de irregular habría en admitir el verbo
— 10 —
presupííestar de que tanto gasto hacen periodistas y
oradores parlamentarios. En esa discusión que se
acaloró un tantico, y en la que un intolerante acadé-
mico olvidó hasta formas de social cortesía, leyóse un
romance que, hace medio siglo, escribió Ventura de
la Vega contra el verbo presupuestar, lectura con la
que mi contradictor no probó más sino que el tal
verbo ha llegado á imponerse en el lenguaje, para
evitar el rodeo át formar prcstipuesio, consignar en el
presupuesto, etc. Pobre, estacionaria lengua sería la
castellana si, en estos tiempos de comunicación tele-
gráfica, tuviésemos que recurrir á tres ó cuatro pala-
bras para expresar lo que sólo con una puede decirse.
La intransigencia del académico á quien he aludi-
do para con €ÍvQxho presupuestar, se parece mucho
á la de don Rafael María Baralt con el vocablo gti-
be^'namental:
« Todo se intente, todo se haga, menos escribir
« semejante vocablo, menos pronunciarle, menos in-
« cluirle en el Diccionario de la Academia. Antes
« perezca éste, y perezca la lengua, y perezcamos
(í todos. ))
Pues poquita cosa le pedía el gusto. ¿Así son los
odios académicos para con las pobres palabras? Mal
consejero y peor juez es el odio.
Pues, á pesar del anatema, la voz gubernamental
se impuso, y ahí la tienen ustedes, en la última edi-
ción del Diccionario, tan campante y frescachona.
Y á pesar de la inquina de Baralt no nos ha llevado
todavía la trampa, y el mundo sigue rodando
por el piélago inmenso del vacio.
Que haya un vocablo más ¿qué importa al mundo?
Y aquí viene, como anillo al dedo, algo que Pom-
peyo Gener escribe en su interesante libro Litera-
tííras malsanas^ y que copio para que el lector ame-
rlcano sepa que, en Espafía misma, abundan comba-
tientes contra las intransigencias académicas:
« La lengua es un órgano viviente que evoluciona,
« y en cualquier momento de su historia se halla en
« estado de equilibrio entre dos fuerzas opuestas: —
« la una, conservatriz ó tradicional, y la otra revolu-
« cionaria ó innovadora. La fuerza revolucionaria,
« ó que obra por alteraciones fonéticas y por neolo-
« gismos, es necesaria á la vida del lenguaje, para
« que este no muera falto de sentido y de flexibili-
« dad. La vida del idioma consiste en el equilibrio
« de conservar lo antiguo que corresponda á las
« ideas cuyo uso sea lógico y adecuado, y de enri-
« quecerle con nuevas significaciones, nuevas pala-
« bras y nuevos giros creados siempre conforme al
« genio de la lengua. Hay quienes creen que la len-
« gua vive por sí propia, que desde que la fijaron los
« clásicos es per{ect2L />erin eternum^ y se les figura
« un sacrilegio toda innovación, y toda alteración
« un atentado. Y así pasan horas, y días, y años, con-
« virtiendo el castellano de lengua viva en lengua
« muerta. Les sucede lo que á los romanos de la
« decadencia que, á fuerza de aferrarse á su latín, se
« les quedó una lengua litúrgica, incomprensible, en
« frente de las lenguas populares, fecundas y poéti-
« cas, que dieron lugar á las neo -latinas. No ven
« que el mundo marcha, y con él las espresiones es-
« critas ¡Ay del que de un nombre haga un verbo,
« de un verbo un nombre, de un sustantivo un adje-
« tivo! Lo tendrán esos creyentes por reo de mayor
« crimen que el de haber faltado á la moral ó á la
« conciencia. Y ¡cosa rara! por causa de esta cegue-
« ra intensa redactan diccionarios, que pretenden
« imponer como códigos de la lengua! Pero, contra
<t todos estos pseudo-gramáticos, el lenguaje conti-
« núa siendo un organismo sonoro que la mente hu-
ir mana crea y transforma de una manera sensible é
ñ^ íi ^ '
« indefinida. Y las obras del genio siguen producién-
« dose y dando lugar á nuevas estéticas. Y los estí-
« mulos nuevos surgen con los nuevos temperamen-
« tos, independientes de todas las reglas. Y el hom-
« bre continúa produciendo é innovando, en las le-
« tras como en todo, pudiendo decir, á pesar de los
a académicos, e/>ur simmve,it
V
^ No se diría sino que se pretende que seamos sub-
ditos, no voluntarios sino forzados, del idioma, y que
la autoridad del Diccionario sea, para nosotros, tan
indiscutible como el Syllabus romano para el cúmu-
lo de fanáticos. Hablemos y escribamos en ameri-
cano; es decir, en lenguaje para el que creemos las
voces que estimemos apropiadas á nuestra manera
de ser social, á nuestras instituciones democráticas,
á nuestra naturaleza física. Llamemos, sin temor de
hablar ó de escribir mal, pampero al huracán de las
pampas, y conjuguemos sin escrúpulo empamparse,
asor ochar se, apunarse, desbarrancarse y garuar, ver-
bos que en España no se conocen, porque no son
precisos en país en que no hay pampas, ni soroche,
m punas, ni barrancos sin peñas, ni gañía. El es-
critor que, por prurito de purismo, escriba afta en
vez de paco, divieso en lugar de chupo, adehala por
yapa y coYúla por pzccho, será comprendido en Espa
ña, pero no en el pueblo americano para el cual es-
cribe. Debe tenernos sin cuidado el que la docta
corporación nos declare monederos falsos en mate-
ria de voces, seguros de que esa moneda circulará
como de buena ley en nuestro mercado americano.
Nuestro vocabulario no será para la exportación,
pero sí para el consumo de cincuenta millones de, se-
res, en la América latina. Creemos los vocablos que
necesitemos crear, sin pedir á nadie permiso y sin
escrúpulos de impropiedad en el término. Como te-
• «Hw. J3 •**^
nemos pabellón propio y moneda propia, seamos
también propietarios de nuestro criollo lenguaje.
Los viejos que, aunque sin la intolerancia acadé-
mica, hemos desempeñado el papel de Quijotes apa-
sionados de esa Dulcinea que se llama el habla cas-
tellana, nos vamos á prisa dejando el campo libre de
mantenedores. La generación que nos reemplazará
se cuida poco ó nada de hojear el Diccionario, para
averiguar si tal ó cual palabra es genuinamente es-
pañola. El del Léxico de la calle de Valverde es
cartabón demasiado estrecho, y la nueva generación
ama la independencia acaso más de lo que la hemos
amado los hombres de la generación que se vá.
Los viejos, inclinados á acatar siempre algo de
autoritario, perseguíamos el purismo en la forma, y
ante el fetiche del purismo sacrificábamos, con fre-
cuencia, la claridad del pensamiento. Los jóvenes
creen que á nuevos ideales corresponde también no-
vedad en la expresión y en la forma; y hé ahí por
qué encuentran fósil la autoridad de la Academia
siempre aferrada á un tradicionalismo conservador, á
un pasado que ya agoniza.
Discurriendo sobre el injustificable rechazo que
de la Academia merecieron los verbos clausurar,
dictaminar y presupuestar^ el distinguido periodista
don Modesto Sánchez Ortíz, director de^ La Van-
^tiardia, diario barcelonés, se expresó así:
« Eso de considerar tales verbos como subver-
" sivos y bárbaros, á pesar de ser de uso corriente
« en América y hasta en España, vale tanto como
« decir que allá no se escribe castellano, lo cual des-
« mienten con sus obras muy insignes autores. Creo,
« por mi parte, que la Academia de la lengua, asaz
(( apegada aciertas preocupaciones rancias, no se
« muestra todo lo dúctil que debiera, para conser-
« var su hegemonía literaria en aquellas vastas regio-
« nes, hijas emancipadas de la madre España, unidas
•*» 14 **^
« empero á ella por el vinculo del idioma, y que
« suman juntas un número de habitantes superior
« en muchísimo al de la Metrópoli. En todas esas
« regiones se presupuesta, y nosotros mismos, aquí,
« en España, presupuestamos á todo trapo, si bien,
ff casi siempre, con escasa sinceridad. Si la palabra
« es viva, y su aire no difiere del de otras muchas
« parecidas ¿por qué se le ha de negar la inscripción
« en el registro civil del Diccionario? Mal anda la
« docta corporación con sus remilgos; pues bien pu-
« diera ocurrir que, interpretándoseles torcidamente,
« provocaran sensibles enfriamientos y dieran al tras-
« te, por algún tiempo, con los proyectados tratados
« de propiedad intelectual entre España y las repú-
« blicas, gracias á lo cual muchos de nuestros escri-
« tores, al sacar sus cuentas, se verán imposibilita-
« dos de presupuestar el producto de sus obras en el
« mercado de América, aunque en rigor no resulte
« perjuicio á algunos académicos cuyos libros, si los
« producen, rara vez logran pasar el charco.»
VI
Propósito muy hispanófilo fué, pues, el que me
animó cuando, en las juntas académicas á que con-
currí, empecé proponiendo la admisión de una do-
cena de vocablos de general uso en América.
Yo anhelaba que las fiestas del Centenario tuvie-
ran significación práctica, revelando que España ar-
monizaba tanto con nosotros que, si no admitía
como suyos nuestros neologismos, por lo menos no
los despreciaba como argentinismos, colombianis-
mos, chilenismos, peruanismos etc. etc
Cuando se crearon las Correspondientes en Améri-
ca, todos presumimos que la Academia madre se
proponía asociarnos á su labor, para que contribuyé-
ramos con el caudal de voces que, suficientemente es-
tudiadas por nosotros, estimáramos de precisa ó con-
• — 15 —
venienteadmisíón. El desengaño ha sido tosco; y para
no continuar siendo corporaciones de relumbrón,
dos de las Academias americanas, sin ruido, cara-
biode notas, ni alharacas, se han declaradoc esantes.
« Es empresa poco menos que imposible (dice el
« académico señor García Ayuso, en su discurso de
« incorporación) desterrarlas voces que han recibido
« la sanción del pueblo soberano. »
Y tan fundada es la afirmación del señor García
Ayuso que aunque la Academia, en la última edi-
ción de su Diccionario, ha eliminado una de las acep-
ciones de la palabra jesuíta, no por eso ha consegui-
do, ni conseguirá, desterrarla del uso. La razón es
que el pueblo soberano no hace política cuando ha-
bla, ni entiende de contemporizaciones partidaristas.
Y ya que he citado en apoyo de mis ideas la auto-
toridad de un académico, no quiero concluir sin co-
piar palabras de otro ilustradísimo lingüista, también
académico de la Española, don Eduardo Benot, que
en su libro Acentuación Castellana, escribe:
cf La Academia tiene que obedecer á una autori-
« dad inapelable, que es la del uso, supremo legis-
« lador en materia de lenguaje; y yo no creo que exis-
« ta en la Academia autoridad bastante para dar ó
{( quitar la ciudadanía alas voces y alas locuciones. »
VII
Eran poco más de trescientas cincuenta las pala-
bras anotadas en mi cartera, las que intentaba ir,
poco ó poco, proponiendo para discusión Esa re-
lación se limitaba á apuntar las voces y definirlas
muy á la lijera, advirtiendo que no consideraba voz
alguna que no fuera de uso generalizado en tres re-
públicas, por lo menos.
Hoy, al publicarla, he añadido rápidas apreciacio-
nes, y aun más de cuarenta vocablos, teniendo á la
vista el Diccionario de chilenismos de ZorobabelRo-
— 16 —
driguez, el de peruanismos por Juan de Arona, el
rio-platense de Daniel Granada, y los trabajos lin-
güísticos de los Cuervo, Baralt, Irisarri, Seijas, Ar-
mas, Batres Jáuregui, Pablo Herrera, Pedro Fermín
Cevallos, Amunátegui Reyes, Eduardo de la Barra,
Tomás Guevara y otros muchos filólogos americanos.
Y qué razones, Dios de Israel ! las que oí alegar
contra la admisión de algunas voces !
Las razones más culminantes eran — ese vocablo
no hace falta ó ese vocablo no lo usamos en Espa-
ña— como si porque en América no se han aclimata-
do el sustantivo poneíicia ni el verbo empecer, pala-
bras muy castizas y de las que gran derroche hicie-
ron los oradores en los Congresos colombinos, de-
biéramos nosotros condenarlas.
Después del rechazo de una docena de voces por
mí propuestas, me abstuve de continuar, convencido
de que el rechazo era sistemático en la mayoría de la
corporación, escepción hecha de Castelar, Campo-
amor, Cánovas, Valera, Castro Serrano, Balaguer,
Fabié y Núñez de Arce, que fué el paladín que más
ardorosamente defendió la casticidad del verbo dic-
taminar.
Así, por razón de capricho erijido en sistema ó
por espíritu anti-americano, he llegado á explicar-
me el por qué nunca la Academia tomara en seria con-
sideración los diccionarios de Zorobabel Rodríguez,
Juan de Arona y Daniel Granada.
Ese esclusivismo de la mayoría académica impor-
ta tanto como decirnos: —
Señores americanos, el Diccionario no es para us-
tedes. El Diccionario es un cordón sanitario entre
España y América. No queremos contajio americano.
Y tiene razón la Real Academia.
Cada cual en su casa, y Dios con todos.
Lima-^Febrero de i8^^.
m NO SE EKCDENTBAN EN EL DICCIONABIO DE LA ACADEMIA
Abarrajarse — Resbalar y caer de bruces — Lanzarse
en la vida airada.
Abarrajado, a — Cuando decimos fulano es un abar-
rajado expresamos que es un hombre cargado de vicios,
un truhán —Fulana es una abarrajada, entiéndase una
meretriz.
Abracar — Lo que el Diccionario llama abrahonar.
Tenemos el refrán guien mucho abraca mucho aprieta, cu-
ya significación es distinta de la del refrán español —
abarcar mucho y apretar poco,
Absolvente — En nuestro lenguaje jurídico designa-
mos con esta voz al que absuelve posiciones. La Aca-
demia trae, como anticuado, el s oc?Lh\o absolviente, y ha
olvidado considerar absolvente.
Acaparar — Tener el monopolio de algo ó, por lo me-
nos, reunir la mayor cantidad posible de un artículo.
Acaparador, a — La persona que acapara.
_ Acápite — Decimos, en todas las repúblicas de Amé-
rica, por lo que los españoles llaman punto y aparte. Se-
ría imposible desterrar del uso esta voz, sobre todo en-
tre tipógrafos y periodistas.
Acaserarse — Encariñarse, acostumbrarse á ser par-
roquiano ó comprador en determinado establecimiento,
Acaserado, a— Parroquiano habitual,
%
— 18 —
Accidentado, a— La Academia no admite, entre las
acepciones de esta voz, el que se aplique á los terrenos
sinuosos 6 de variada formación geológica. Y sin em-
bargo, en muchos escritores españoles contemporáneos,
principalmente cuando tratan de campañas militares ó
discurren sobre temas de ingeniatura y geografía, en-
contramos la locución terreno accidentado, de general
uso en América.
Acriollarse— Adquirir un extrangero los hábitos
de la gente del país, convertirse en criollo.
Acriollado, a — El que ha llegado á apropiarse las
costumbres criollas.
Aceitillo— El aceite perfumado que sirve para usos
del tocador. En América, dejamos el aceite para la
cocina.
Acholado, a — El que tiene color de indio {cholo, en
el Perú, Bolivia, Ecuador, Chile y Paraguay) — El que
se corre, intimida ó avergüenza.
Acholarse— Correrse, avergonzarse.
Adefesiero, a — Persona que dice ó hace disparates
y tonterías — También se aplica á las que visten exaje-
rando la moda ó apartándose mucho de ella.
Adulón, a — En el adulador cabe algo de lisonjero y
cortesano. En el adulón hay solo bajeza. Amunátegui
Reyes exhibe una cita de Pereda para comprobar que
el vocablo se conoce también en España.
Adulete — El adulón sobre ruin ridículo.
Agigantar— Núñez de Arce ha usado este verbo en
su Visión de fray Martin, y según citas de Amunátegui
JReyes también lo han empleado Bello, Re villa y Pérez
Galdós.
Agredir— Acometer, atacar. Apesar de que no con-
traría la índole de la lengua, como que la voz viene del
agrediré latino, la Academia rechaza este verbo de uso
constante en la jurisprudencia americana.
Albazo — Saludo matinal que, con música, vivas y
cohetes, se hace á una persona el día de su cumpleaños,
ó á un santo en la puerta del templo en que ha de cele-
brarse su fiesta.
Alternabilidad— La acción de alternar.
Alternable— Lo que admite alternabilidad. Esta
V02| aunque de saborcito francés, se encuentra en la
• «Mi 10 «MK
real cédula llamada de la Alternativa sobre elección de
prelados.
Amancay— (Del quechua) Flor amarilla, parecida á
la azucena, que se produee en algunos cerros del Perú.
Amansador, a— El que doma, domestica ó amansa
un animal — El que en una reyerta apacigua los ánimos.
Amolar — En la acepción de fastidiar ó de ocasionar
perjuicio — ¡Qué amolar/ No amuele la paciencia! Me
amoló! son locuciones que, aunque vulgares, están ge-
neralizadas.
Amordazar— Poner mordaza. Figuradamente deci-
mos amordazar la prensa, cuando los gobiernos ponen
trabas á la libertad de escribir — Zorobabel Rodríguez
opina, por razones de analogía, que debe decirse en-
mordazar-, pero el uso constante ha impuesto amordazar
como, tratándose de buques, acorazado y no encorazado.
Anaco — (Del quechua) La Academia dice que es un
peinado de las indias de sud-América. La definición
académica es errónea. El anaco es la pollera ó falda que
usan las indias — Cusma, es la camisa — Lucila^ es la
manta.
Andino, a — Lo que se refiere á la cordillera de los
Andes, como volcán andino, nieves andinas, etc. Tam-
bién los adjetivos cisandino y trasandino son de uso ge-
neralizado en América.
Anexionista— Partidario de la anexión.
Ante — Bebida alimenticia y muy refrigerante, hecha
con frutas, vino, canela, azúcar, nuez moscada y otros
apéndices.
Apacheta — (Del quechua) Montón de piedras que
colocan los indios en las altiplanicies andinas como
ofrenda gratulatoria á la divinidad. Por varios cronis-
tas de Indias se encuentra empleada la voz.
Apero— El conjunto de prendas que sirven para en-
sillar un caballo.
Aplomo — Serenidad, sangre fría.
Apunarse — Sufrir el fatigoso malestar propio de las
frígidísimas punas de los Andes, dolencia que, en oca-
siones, produce la muerte del viajero.
Arranquitis — La pobreza extrema, la miseria— Pa-
decer de arranquitis crónica dícese por quien no tiene
probabilidad de mejorar su mala situación.
áB. 20 —
Arenillero— Lo que llaman salvadera en España,
voz no usada en América.
Arreador— No es solo el que arrea el ganado sino
también el látigo, fusta ó huasca que emplea.
Arirumba— (Del quechua) Una flor que los indios
estiman como propia de los cementerios.
AsOROCHARSE— Sufrir del soroche en las cordilleras
andinas. Es dolencia tan grave conio la de apunarse^
siendo distinta la causa que las origina.
Atrenz )— Conflicto, apuro, embarazo, dificultad.
Este vocablo lo encontramos en escritores americanos
del siglo XVII. Quizá es voz castellana olvidada en
España, y que nosotros hemos conservado.
Atávico, a — Trayendo el Diccionario el sustantivo
atavismo, no hay por qué excluir adjetivo tan usado.
Autoctonía — Mutatis mutandis, repetimos el con-
cepto anterior. El Diccionario solo trae autóctono.
Autonomista — Partidario de la autonomía.
AviNCA— (Del quechua) Zapallito más fino y estima-
do que el grande y, en la forma, parecido á la calabaza.
Ayrampo— (Del quechua) Planta tintórea originaria
de América.
B
Bachicha — Llamamos así al italiano de baja ralea,
como gringo al inglés, gavacho al francés y chápiro ó cita-
petón al español.
Barchilón, A— Persona contratada para cuidar en-
fermos en los hospitales. Esta palabra es hija del agra-
decimiento popular, pues se há querido perpetuar con
ella el recuerdo de un caritativo español, apellidado
Barchilón, que vivió en el Perú en el siglo XVI. La
palabrita tiene ya fecha de existencia, y se ha generali-
zado en América, con tanta mayor razón cuanto que,
en el Diccionario, no hay vocablo para designar á los
enfermeros de hospital.
Badulacada — Acción propia de un badulaque.
Badulaquear— Hacer badulacadas.
Bagre— Pez c^ue se encuentra en algunos rios de
• »— 21 —
América. Figuradamente se aplica este nombre á la
mujer fea y despreciable.
Baquiano— Conocedor, práctico, guía que contratan
los viajeros. La voz la traen historiadores de Indias. ^
Bienintencionado, a— Hallándose en el Diccionario
malintencionado (dice el ingenioso doctor Tebussem) no
alcanzo razón para haber omitido este adjetivo. En una
cita, que del Quijote hace, figura bienintencionadamente.
Boleto— Lo que la Academia llama boleta-^ T^-m-
bien damos el nombre de boleto á una excepción, firma-
da por la autoridad, para libertarse del servicio militar.
Boletería— Lugar donde se venden los boletos para
ocupar asiento en un tren, teatro, plaza de toros, etc.
BOMBONAJE— La paja especial que se encuentra en
muchos afluentes del Amazonas, y que sirve para la fa-
bricación de los sombreros llamados á^jipijaipa, som-
breros, hasta hace poco, muy estimados y valiosos.
Bragueta— //«<^/tí;r como el gigante por la bragueta, de-
cimos por el que desatinadamente repite conceptos
ajenos. La locución nació de que, en la festividad del
Corpus, se exhibían figurones de más de tres varas de
altura, y la voz del hombre que iba dentro de la arma-
zón salía por la bragueta. Aunque el Diccionario trae
la palabra, falta la frase popular muy generalizada.
Brín— Tela gruesa y fuerte que, entre otros usos, se
emplea para pantalones de marineros y soldados.
Burocracia— La colectividad de empleados en las ofi-
cinas.
Burocrático, a— Oficinesco— Admitida sin gran ne-
cesidad, como lo prueba Baralt, la palabra buró, no hay
por qué rechazar sus derivadas. En España las empleó,
en uno de sus discursos en el Congreso Literario, el no-
table orador Canalejas y Méndez. También hay que
convenir en que hoy, solo la gente que hojea libros vie-
jos tiene noticia de los vocablos covachuela y covachue-
lista. Tal es el desuso en que han caido.
C
Caballada— Admitidos por la Academia nombres
colectivos como vacada, boyada y \i^^\.^ yeguada, no hay
M» 221 •-«> <-
por qué excluir la voz caballada tan de preciso empleo
en la milicia — Oficial de caballada, el que en la vida de
guarnición cuida de los caballos del regimiento.
Cabildante — En los libros del Cabildo de Lima,
desde los tiempos de Pizarro, se llamó cabildantes á los
miembros del Ayuntamiento. En las descripciones de
fiestas reales, en las de autos de fe y en todos los docu-
mentos impresos de la época colonial, figuran los seño-
res cabildantes, vocablo cuya formación nada tiene de
violenta.
Cablegrama— Telegrama trasmitido por el cable
marítimo— Lo nuevo reclama la formación de la pala-
bra que lo exprese, aparte de que entre cablegrama y te-
legrama es obvia la diíerencia. El primero es el despa-
cho que se trasmite por el cable marítimo, y el segun-
do el que se hace por los alambres terrestres. Así cuan-
do decimos:—//^ recibido cablegrama damos, á la vez, la
noticia de que nos ha llegado por vía marítima — Tam-
bién se escribe en algunos periódicos kalograma, for-
mando el vocablo de raíz griega. Indudablemente que
es más español cablegrama, y el uso lo ha generalizado.
Cablegrafiar — Trasmitir un despacho por el cable.
La Academia ha admitido telegrafiar.
Cablegráfico, a — Lo relativo á la cablegrafía, voz
que también debe ser admitida.
Cablegrafista — Admitida la palabra telegrafista, no
hay por qué excluir este vocablo.
Cábula — Maña, ardid, abusión. El sentido es distin-
to del cabala que trae el Diccionario.
Cabulista — Mañoso, supersticioso.
Cachetada — Golpe que, con la mano abierta, se dá
en la mejilla.
Cacharpari — (Del quechua) La Academia, en la úl-
tima edición del Diccionario, ha admitido la voz; pero
figura mal escrita. La palabra no es cachazpari sino
cacharpari. Véase la comedia de Manuel Segura, el
Bretón limeño, titulada El cacharpari.
Cacharpas — (Del quechua) Trebejos, cosas usadas
y de poco valor. No se emplea la voz en singular.
Cachua — (Del quechua) Bailoteo de los indios en el
Perú, Bolivia y otras repúblicas.
Cachuar— Bailar cachua.
• — 23 —
Cachimbo— Palabra despreciativa con que la solda-
desca ha bautizado al cívico ó guardia nacional.
Cachucho— Damos este nombre á una canoa ó pe-
queña embarcación, generalmente usada por los pesca-
dores. La Academia la llama cachucha.
Camal— Lo que en España se conoce por Rastro ó
Matadero de reses. Aunque el Diccionario trae el vo-
cablo no considera esta acepción.
^ Camalero, a— El empleado en el camal y el nego-
ciante en ganado para el matadero.
Camareta — Especie de petardo que queman los in-
dios en las fiestas.
Camaretazo— Explosión de la camareta.
Cancha— (Del quechua) Maíz tostado y no habas
tostadas, como dice el Diccionario— También llama-
mos cancha al local en que se lidian gallos y al destina-
do para carreras hípicas.
Canchón— Corral grande ó espacio cercado que sir-
ve para depósito de metales, posada de peones ó de
desahogo en los cuarteles.
Candelejón, a— Persona tonta, candida.
Candelejonada— Tontería, insulsez, necedad.
Cangallero— Ladrón de metales en las minas, ven-
dedor de objetos por poco precio.
Cantimplora — En los ejércitos sud-americanos es
una prenda de equipo, por lo regular de hoja de lata,
que sirve al soldado para llevar consigo, en las mar-
chas, un litro de agua ó de aguardiente. La palabra
está en el Léxico; pero falta esta acepción.
Capitulear— Formar capítulo, intrigar ó conquistar
votos para una elección. La Academia llama á esto ca-
bildear.
Capitulero — El individuo que se ocupa en intrigar
ó buscar votos. La Academia lo llama cabildero.
Caracha— La sarna.
Carachoso, a — Persona que tiene sarna.
Carátula— La Academia no trae la única acepción
que, para los americanos, tiene esta voz. La aplicamos
á la primera página en que está el título de un libro.
Carnavalesco, a— Lo propio ó digno del carnaval.
Caricaturar— Hacer una caricatura.
Caricaturista— El que hace caricaturas.
- 24 -
Caray! — Interjección tan generalizada como el ¡ca-
ramba! que trae el Léxico. ^
Carimba— Marca que, con hierro encendido, ponían
los amos á los criados. En dos reales cédulas del siglo
pasado, prohibitorias de la carimba, se encuentra la pa-
labra.
Carimbar— Marcar á los esclavos.
Casticidad— Tanto monta decir lo castizo de la frase
como escribir la casticidad del estilo.
Caudillaje— A propósito de esta palabra dice Juan
de Arona. — " Los españoles no han tenido necesidad de
" las voces caudillaje, coloniaje, ni esclavatura, por que no
" han tenido en casa, en forma especial ó histórica, un
" sistema de gobierno colonial que dura tres siglos; ni
" una dotación ó encomienda de negros esclavos; ni,
" por último, una plaga de caudillos y caudillejos". —
El Diccionario trae solo el sustantivo caudillo. — Cuan-
do los caudillos organizan un sistema, como sucedió en
la Argentina durante la tiranía de Rosas, entonces está
en su apogeo el caudillaje ó gobierno de tiranuelos.
Caudillejo— Caudillo de poco más ó menos.
Cenobiarca— El superior de los cenobitas.
Cigarrería— La tienda destinada á la venta de ci-
garros. En España, donde el Estado acapara el tabaco,
se llama estanco á lo que nosotros cigarrería.
Clausurar— Entre las acepciones del sustantivo
clausura trae esta el Diccionario: — Acto solemne con el
que se terminan las deliberaciones de un Congreso,
etc.— No hay república de América en la que no se
clausuren los Tribunales de Justicia, el Congreso y el
año Universitario. Por clausurar entendemos poner tér-
mino á una serie de sesiones ó juntas oficiales. Quizá
nos ha parecido á los republicanos algo chavacano el
verbo cerrar, tratándose de corporaciones tan respeta-
bles, y hemos dado existencia al verbo clausurar, cuya
formación, pues viene del r/««¿/¿'r^ latino, no riñe con
la índole del idioma. En cambio, luce en el Diccionario
un verbo clausular (cerrar un periodo ó poner fin á lo
que se estaba diciendo) que ni pizca de falta hace en el
lenguaje, pues rarísimo será el escritor que haya tenido
oportunidad para usarlo. El verbo clausurar es (dice el
quisquilloso Baralt, y perdóneme mi amigo Castelar
que Un opuesto se manifestó i \9, admisión de Ul ver*
-25-
bo) necesario y propio, y hay que adoptarle. En las diezi-
seis repúblicas de América lo conjugamos por activa y
por pasiva.
Coalicionista — Partidario de la coalición. He aquí
una palabrita que, en los años de 1894 y 1895, hemos
estado pronunciando cada cinco minutos los peruanos,
sin habernos cuidado de buscarla en el Diccionario.
hos politiqueros \>Vir\s,\.?LSSQ caerán de espaldas con la
noticia que les doy de que el coalicionista no ha entrado
en el reino de la Real Academia.
COALIGADO, A — El Caudillo, partido ó rama de par-
tido que entra en la coalición.
CoBADERA — Lote de terreno del que se extrae guano
para la agricultura.
Cocacho— Golpe que se da con el puño en la C2ibe-
Z2i.— Fréjol cocacho, el fríjol que conserva alguna dureza
por mal cocido.
Cocada — Dulce que se hace de cocos. — También lla-
mamos cocada á los cuadritos que, en heráldica, se co-
nocen con el nombre de escaques.
Cocaína— Poderoso anestésico extraído de la coca.
Cocaví — (Del quechua) Pequeña provisión de víve-
res, principalmente de coca, que hacen los indios para
un viaje. Dar el cocaví es dar dinero á un individuo,
cuando se le manda en comisión lejos del pueblo, para
que compre lo que necesite para mantenerse durante
el viaje.
CocHAYUYo— (Del quechua) Cierta alga marina muy
usada en la cocina americana.
Codear — Falta en el Diccionario la acepción que le
damos en América:— comprometer á una persona para
que nos haga un regalo.
Codeo — El codeo se codea con lo que, en España,
llaman sablazo.
Colectividad— -Admitida individualidad no hay por-
qué rechazar á la colectividad, ó conjunto de individua-
hdades.
Coloniaje— No siempre la voz colonial tiene el al-
canee de esta. Por coloniaje entendemos todo un siste-
ma de gobierno, mientras que el adjetivo colonial lo
empleamos solo como calificativo.
é
— 26 — (
Comuna— Falta la acepción, hoy tan generalizada, de
Municipio.
Concienzudo, A-La persona que no procede de
ligero, sino después de estudiar reposadamente un
asunto. 1- ^
Concho— (Del quechua) Restos, heces, sedimento.
Beber hasta el concho es como beber hasta verte, Cristo
mío, ó como al diablo dejarlo en seco.
Confianzudo, a— El que abusa de la confianza para
tomarse libertades.
CoTÍN— Tela á la que el Diccionario dá el nombre
de cotí.
Coronta— (Del quechua) El corazón del choclo.
Costeo— Burlarse de una persona. Por ampliación
se dice costeársela de ó con fulano.
Coto— (Del quechua) Un grueso tumor ó bulto que
se desarrolla en el pescuezo. Hay, en América, pue-
blos donde la mayoría de los vecinos tiene esta deíor-
midad. La voz está en el Diccionario, pero no trae la
acepción que apuntamos.
Cotudo, a— La persona que tiene coto.
Coronelato— Así llamamos al empleo de coronel,
como generalato al de general. La Academia exije que
se diga coronelía.
Criollada— Acción propia de criollos.
Criollismo -Disposición para acriollarse. Menén-
dez Pelayo ha usado la voz en su Antología.
Cubiletear— Intrigar, maromear.
Cubiletero, a— Intrigante, maromero.
Cueca— Baile popular. Véase Zamacueca. '
Cuí— (Su p\ura\ cuj/es) Un conejo originario del Pe-
rú.— Parir como una cuí, ser muy fecunda.
Cueriza— La zurra de látigos que se aplica á alguno.
Cúmplase— Fórmula republicana sin la cual no tie-
nen vigor las leyes dictadas por el Congreso. La frase
o^cizX iis poner el cúmplase.
Cunda— Persona alegre, ingeniosa, traviesa, jaranista.
CunderÍA— Asociación de mozos cundas.
Curaca— Cacique, potentado ó gobernador de un
pueblo. La voz la han empleado historiadores de Indias.
Curcuncho— (Del quechua) Jorobado, torcido,
^ 27
CH
Chamelicos — Objetos de poca importancia, trastos
de pobre. La voz no se emplea en singular.
Chamico— (Del quechua) Yerba que administran los
indios para entontecer á una persona. También la usan
como afrodisiaco.
Chafalonía — La plata ú oro que se emplea para la-
brar vajilla, hacer cucharas y otras piezas.
Chancho — El cerdo, el marrano. — Quedar como un
chancho, comportarse ruinmente.
Charango — (Del quechua) La Academia trae cha-
ranga, como voz de uso reciente, aplicándola á las ban-
das militares de escaso instrumental. El charango de
nuestros indios es una especie de pequeña bandurria,
de cinco cuerdas que producen sonidos muy agudos.
Probablemente la voz pasó de América á España, y en
la travesía cambió la letra final. En cuanto á la pobre-
za de armonías musicales, allá se van la charanga y el
charango.
Charamusca — Ni cultos ni incultos llamamos, en
América, chamarasca, como el Léxico previene, á las
virutas, briznas ó ramas secas. Nuestra voz charamusca
es más apropiada, por que encarna algo de chamuscar,
quemar ligeramente, tostar.
Charquí — (Del quechua) Carne seca en lonjas del-
gadas.
Charquicán — Guisado que se hace con el charqui.
Chaquira — (Del quechua) Cuenta de vidrio ó de
metal. Esta voz, como chamico, charqui, choclo, chuño,
chupo y charango, se encuentra usada por cronistas
de Indias.
Chichirimico — Hacer chichirimico de una fortuna,
equivale á derrocharla. — Hacer chichirimico de una per-
sona, es burlarse de ella. — Hacer chichirimico de la hon-
ra, da tanto como perder la vergüenza, infamarse.
Chingado, a — Adjetivo que, en México y las repú-
blicas centro-americanas, equivale al chibado de Es-
paña.
-28-
Chingana— (Del quechua) Pulpería de poca impor.
tancia.
Chinganero, a— El ó la que administra una chin-
gana.
Chicana — Sofistería, embrollo de abogado.
Chicanero, a — Sofístico, rebuscado. Aunque Baralt
rechaza estas dos voces, ellas han alcanzado á impo-
nerse en el lenguaje.
Chivateo— Mezcla de gritos y ahuUidos que usa la
caballería araucana al embestir — Edad del chivateo^ la
pubertad.
Choclo — (Del quechua) La mazorca de maíz cocida
en agua hirviendo.
Choclón — Pequeño agujero hecho en el suelo para
un juego que, con bolitas ó cocos, tienen les niños.
Chucaro, a — Animal arisco. Se dice, por ejemplo,
caballo chucaro, yegua chucara.
Chuchoca — (Del quechua) Maíz tostado y molido.
Chuchumeco, a — La ramera ó mujer de vida ale-
gre— El que frecuenta trato con chuchumecas.
Chuño— (Del quechua) Harina de papas con la que
se hace un alimento muy nutritivo para los niños y
para los enfermos.
Chupe — (Del quechua) Guisado muy sabroso en el
que entran leche, papas amarillas, camarones, huevos,
aceitunas y otros condimentos.
Chupo— (Del quechua) Divieso.
Churumbela — La bombilla de paja, caña, madera,
latón, plata ú oro usada en América para tomar el ma-
te ó yerba del Paraguay.
Churrasco — Carne asada sobre las brasas.
Churrasquiar — Convidar á comer churrasco.
Chuquisa— (Del quechua) Moza alegre.
D
Democratizar — Hasta el escrupuloso Baralt en-
cuentra aceptable este verbo.
Depreciar— La Academia admite depreciación (dimi-
nución de valor); pero no el verbo que es de constante
• — 29 —
uso en el comercio, sobre todo tratándose de acciones
y de papel de crédito público.
Derrumbe— Nadie dice, en América, derrumbamieri'
to de un cerro, de una mina, de un puente, etc, sino
derrumbe-, pero sí decimos derrumbamiento de edificio,
de casa, de techo, etc. ¿Porqué no habrían de coexistir
las dos voces? En todo caso derrumbe no es más que
síncopa de derrumbamiento.
Desapercibido, a — En la acepción de inadvertido, a,
se ha impuesto tanto en España como en América. Un
amigo, hoy ausente del Perú, á quien censuraron en
cierta ocasión el uso de desapercibido, consagró algunos
meses á recopilar citas de escritores peninsulares (en-
tre los que había tres ó cuatro académicos) que favo-
recían su lapsus plumee. Recuerdo que pasaban de dos-
cientas las citas, y presumo que á la fecha habrá au-
mentado la cifra. El criticado se proponía publicar un
opúsculo sobre este tema. Si doctos é indoctos dicen
y escriben desapercibido por inadvertido, paréceme que
no ha de desplomarse sobre la Academia la bóveda
celeste, por añadir esta acepción á la que consigna el
Léxico. Aquí cabe lo dePompeyo Gener sobre enri-
quecimiento del idioma con nuevas significaciones de
las palabras. — Quizá llegue á pasar con este adjetivo lo
que con el verbo verificar, al que la Academia, en el úl-
timo Diccionario, le da las acepciones de efectiiar, rea-
lizar, acontecer, transigiendo con el uso generalizado.
Desbarrancarse — Rodar por un barranco, lo que
es distinto de despeñarse. Rara vez, en los barrancos de
América, se encuentran peñas.
Despapucho— Sandez, disparate, tontería.
Destinatario, a— El doctor Thebussem que, como
descendiente de un hermano del gran Cervantes, trae
en la sangre condiciones de buen hablista, sostiene la
conveniencia de admitir este vocablo tan usado en el
tecnicismo postal y telegráfico.
Desvestirse — Diga lo que quiera la Academia son
acciones distintas las de desvestirse y desanudarse. El que
se desnuda se despoja hasta de la ropa interior. Apro-
pósito de este vocablo, el Sr. R. Monner Sanz ha pu-
blicado, en Buenos Aires, en 1895, un opúsculo titula-
do— Con motivo del verbo desvestirse.
^ 80 —
Diagnosticar— La misma razón que tuvo la Acade-
mia para sacar de pronósHoo, pronosticar, existe para ad^.
mitir diagnosticar.
Dictaminar— Dar dictamen. En la legislación de
nuestras repúblicas se conjuga por mayor este verbo,
cuya formación es tan correcta como la de decretar,
ordenar, informar, etc. ¿Porqué de dictamen no ha de
salir dictaminar} Salva lo trae en su Diccionario; pero
cuando lo propuse á la Academia ésta lo rechazó por
once votos contra nueve.
Dimisionario, a— La persona que hace dimisión de
un cargo ó empleo.
Dinamitero, a— El anarquista que emplea la dina-
mita en daño social. En cuanto al verbo dinamitar,
usado en la prensa europea, no lo empleamos en Amé-
rica.
DiSPARATERO, A La persona que disparata. En Amé-
rica no decimos dispar atador.
Disfuerzo— Algo así como remilgo, monada, engrei-
miento. Es un limeñismo que no tiene equivalente en
el Léxico español. El disfuerzo es más propio en la
mujer que en el hombre.
Disforzado, a— La persona que se disfuerza ó hace
rogar para complacer en lo que se le pide, y que está
entre si quiero ó no quiero.
Disforzarse — Este es un verbo que morirá junto
con la última limeña. Contra el disfuerzo y sus deriva-
dos son impotentes las prescripciones académicas,^ co-
mo lo fueron los virreyes y dos Concilos para abolir el
uso de la saya y manto.
Dragonear— Desempeñaraccidentalmente un cargo.
Probablemente viene este neologismo americano de que
el dragón es soldado que unas veces hace el servicio á
pie y otras á caballo. Dragonear de abogado decimos por
el que, sin título de tal y por especiales circunstancias,
defiende una causa — Dragonear de párroco decimos por
el lego que, á falta de sacerdote, bautiza en lance ex-
tremo á un recién nacido — Dragonear de comadrona, deci-
mos por la que, sin ser obstetriz, asiste á una parturien-
ta en su desembarazo — y basta de ejemplos.
Dominguejo— Lo que, en España, es dominguillo.
— 31 —
E
Editar— Publicar, por su cuenta, un libro, periódi-
co ó grabado. Pocos verbos más generalizados que
este.
Editorial — En la prensa, sin excepción, de nuestras
repúblicas, llamamos editorial 2í\ que, en España, se co-
noce por artículo de fojtdo.—Casa editorial, la que co-
mercia en la publicación de libros, como casa editora
puede ser la librería que, incidentalmente, publica un
libro.
Embrionario, a — Lo que está todavía informe, en
embrión, por ordenar ó arreglar.
Empacarse— No ir ni atrás ni adelante, atascarse,
encapricharse. Propiamente no es un neologismo, pues
el padre Acosta, en su Historia de Indias, conjugó el
verbo.
Empacón, a— El caballo ó la yegua que, para avan-
zar ó retroceder, se resiste al ginete.
Empajar— Rellenar de paja un objeto, disecar un
animal.
Empaque— Tener empaque es ser persona que no se
corre, que gasta prosopopeya, que habla con aplomo de
lo que no sabe.
Empaquetarse — Ponerse el vestido dominguero.
Empamparse — Estraviarse ó perderse en la inmensi-
dad de alguna pampa de América.
Empavar — Burlarse de una persona.
Empavarse — Correrse, no tener flema para soportar
una broma — Comerse un pavo con plumas, empavarse mu-
chísimo.
Empavón, a— Persona que fácilmente se corre.
Empecinado, a — Obstinado, terco, encaprichado.
Emplumar — Además de las acepciones que la Acá.
demia da á este verbo, tiene, en América, la de esca-
parse, evadirse, desaparecer, alzar el vuelo.
Encarpetar — Verbo usado en nuestras oficinas pa-
ra significar que á un expediente no se le da tramitación,
ó mejor dicho, se le ha encarpetado^ esto es, guardado
entre carpetas.
-82-
Enflautada— Estravagancia, necedad— 5<«/í> con una
enflautada, es decir ó hacer un disparate cuando se es-
peraba concepto ó acción juiciosa.
Enfocar— Concentrar el foco, verbo generalizado en
óptica, fotografía y otros ramos del saber humano.
Enmonar — Emborrachar.
Enmonarse — Emborracharse, tener una mona (bor-
rachera) de padre y muy señor mío.
Esclavatura — El conjunto ó colectividad de esclavos
que, en América, poseían los acaudalados. En la defini-
ción que de esclavitud da la Academia no cabe la de
esclavatura.
ESCLAVÓCRATA— Defensor ó partidario del sistema
de esclavatura. En España hay una sociedad titulada
Anti-esclavócrata de la que es protector nato el señor
Cánovas, académico de la lengua.
Escobillar— Entiendo que la escobilla sirve para^-j-
cohillar. El Diccionario no trae el verbo.
Estero — Terreno bajo, pantanoso, en el que se de-
sarrollan plantas acuáticas.
Exculpar— Libertar de culpa, verbo generalizado
en la jurisprudencia americana. En la causa que se si-
guió, en Madrid, al regicida presbítero Merino, encon-
tramos empleado este verbo por el acusador fiscal.
Exculpación — Liberación de culpa.
Exculpador, a— Decimos alegato exculpador, declara-
ción exculpadora, etc., etc.
Equis — Víbora que se encuentra en América, y cu-
ya picadura rara vez deja de ser mortal.
F
Fachenda — Fatuidad, prosopopeya.
Fachendoso, A~Fátuo, vanidoso, presuntuoso.
Finanzas — La hacienda pública en lo relativo á ren-
tas. Diga lo que dijere en contrario el señor Baralt,
este galicismo se ha impuesto en América y hasta en
España. No se le podrá echar de casa.
Financista — El que la Academia define hacendista.
Ni á San Ibo lo pudieron echar del cielo ni á este gali-
cismo proscribirlo.
o *— 33 —
Financiero, a— Lo relativo á la Hacienda pública.
Hay que transijir y darle lugarcito en la familia.
Frangollo— Mescolanza, revoltijo, comida mal gui-
sada y hecha de prisa. Esta acepción americana no es-
tá en el Léxico.
Fregar— Entre las acepciones de este verbo falta la
americana, de íastiáiar, amo/ar. Decimos jio me friegue
usted (ó no me amuele usted la paciencia,) por no me can-
se, no me aburra, no me ia'sXxá'xe— Friégúese, es otra lo-
cución popular que equivale á decir fastidiese, amué-
lese. . . . „ ,
Fregadura— Fastidio, perjuicio— Hasta hace^ poco
fué muy popular, en el Perú, el autor de un opúsculo
político titulado— iíV libro de las fregaduras.
Fregado, a — Decimos fulano es un fregado, p)or el
que tiene alguna gracia ó habilidad para fastidiar al
prójimo.— £"í/«r fregado 6 amolado equivale á estar
arruinado, perdido.
Fritanga— Lo que, en España, Waman fritada.
Formulismo— Sujeción á fórmulas.
Formulista— El que se ciñe á fórmulas. Hasta Ba-
ralt defiende la necesidad del vocablo.
Fusionar — Unificar intereses, ideas ó partidos.
FusiONlSTA — El partidario de la fusión.
Fusionable— Lo suceptible de fusión.
G
Galiquiento, a— La persona atacada de gálico. De
uso más general es este adjetivo que su equivalente
sifilítico, como que el vocablo sífilis es menos antiguo.
Galpón— El departamento que, en las haciendas de
América, habitaban los esclavos.
Gamonal— El ricacho, el cacique de pueblo. Esta
acepción americana no la trae el Diccionario.
Garúa— (Del quechua) Ligerísima lluvia peculiar á
algunos pueblos en donde, como en Lima, nunca hay
aguacero ni se conoce el uso del paraguas.
Garuar— Lloviznar. ^
Gauchaje— Agrupación de gauchos en las republi-
Qas del Plata, como indiada en el Ecuador, Perú, Boli-
6
— 34 ^
vía, etc. Y á propósito: la definición áe¿aucko, que trae
el Diccionario, no es la que los argentinos dan á ese
vocablo. La Academia, en cosas de América, desbarra
casi siempre. Ni el gaucho es hombre de color, ni pue-
de llamarse vida errante la de quien tiene por hogar
el />ng-o.
Gramalote — Yerba que, hasta sin necesidad de
cultivo, crece en nuestros campos, y que sirve de pasto
para el ganado.
GüÁ! — (Del quechua) Interjección del que teme ó
admira, según el vocabulario del Padre Bertonio. Esta
interjección, dice don Pablo Herrera, se usa en todo el
antiguo virreinato del Perú, y es propia de mujeres —
No hay limeña sin gud, reza, un refrán.
Guagua — (Del quechua) El niño en estado de lac-
tancia. Las mujeres del pueblo nunca dicen mi /ti/o,
sino mi guagua.
Guaragua — Contoneo, movimiento lascivo, gracia en
el andar, sandunga, rodeo para contar algo ó practicar
una acción.
GüARAGÜERO, A— Sandunguero ó que no va derecho
al asunto.
GüRRUPiÉ— El auxiliar del banquero en los garitos —
el que acompaña al rico sirviéndole en comisiones in-
decorosas.
H
Hincarse — Decimos por arrodillarse; y la Academia
misma, al áeñnir arrodillar, dice — hacer que uno hinque
la rodilla ó ambas rodillas.
HiSTORiETiSTA— Decimos, en América, por el que
relata historietas y por el escritor que falsea la Historia.
Honorabilidad — Lo honorable, la honradez.
Hospitalizar — Inscribir en un hospital á un en-
fermo.
Hospitalizarse— Hacerse inscribir.
Hostigar — Hastiar, empalagar, perseguir, fastidiar.
HuACA -(Del quechua) Cementerio de los antiguos
peruanos. De las huacaí se extraen hoy objetos curio»
^ — 85 -«
sos de la cerámica incásica. En muchas crónicas de In-
días se halla la voz.
HüACATAY— (Del quechua) Especie de yerba buena
americana que se emplea en el condimento de algunos
guisos.
Huasca— (Del quechua) Fusta, azote— ¡Dale huasca!
equivale á ¡dale látigo!
Huascazo— Golpe de huasca.
HüMiTA— (Del quechua) Especie de tamal ó bollo
dulce hecho de xa^xz^Estar como una humita, dócil á
todo, muy enamorado ó muy borracho.
HuMiTERO, A— La persona que vende humitas.
Imbebible— Lo que no puede beberse.
Incásico, a— Lo que, en general, se fiere á los Incas
— La ciudad incásica, el Cuzco.
Incaico, A— La que se refiere á determinado Inca—
La ciudad incaica, Cajamarca.
Incomible— Lo que no se puede comer. En defensa
de este vocablo, añade don Pablo Herrera, que así co-
mo se dice incobrable, impracticable, etc., no hay porqué
no llamar incomible á lo desagradable al paladar.
Indiada— Reunión, colectividad de indios.
Independizar— Desde que nos ináepenáizamos de Es-
paña tiene vida este verbo insurjente, así como su re-
flexivo indepenáizarse, sin que americano alguno, docto
ó indocto, se cuide de averiguar si está ó no en el Dic-
cionario.
Intragable— Lo que se resiste á ser tragado. El in-
signe cervantista doctor Thebussem emplea el vocablo
en sus deliciosas Cartas de Paca Pérez.
Intransmisible — En América decimos indistinta-
mente instranferible ó intransmisible— Dg tan castiza ce-
pa es un vocablo como el otro.
Irrigar— Falta este verbo en el Diccionario.
Irrigación— El sistema de regadío en los campos.
Irrigador — El aparato que sirve para irrigar.
Insoluto, a— No pagado. El adjetivo está en la co-
dificación de muchas repúblicas. Lo trae Domínguez,
— 36 —
en su Diccionario, y Amunátegui Reyes añade que en
todos los vocabularios latinos se encuentra tnsolutus,
a, ym.
Invernar— El Diccionario no trae la acepción ame-
ricana— Enviar el ganado al invernadero.
Jaba— El cesto en que se guarda la loza.
Jalar— A propósito de este verbo, usado en toda la
América, en vez del halar que trae el Diccionario, dice
Pebres Cordero:— "No hay razón para que al vocablo
" haca se le permita convertir la htnj'y decir Jaca, y
" se desdeñe la \oz Jalar que no procede ciertamente
" de una sola provincia ó nación, sino de todo un mun-
**do: es un continentalismo, si vale la palabra. Haya,
" pues, un lugarcito en el Diccionario para yVí/ízr, que
" bien lo merece, por que abogan en su favor dieziseis
" naciones "—El último argumento dudo que pese para
los señores académicos. Dieziseis naciones abogan en
favor de dictaminar y clausurar, y la Academia desesti-
mó el 2,rgumen\.o— Estar Jalado se dice, caritativamen-
te, por estar borracho.
Jebe— En toda la América se dá este nombre á la
goma elástica. El Diccionario trae la voz, pero en otra
acepción.
Jesuitismo— Este vocablo existió en el Diccionario.
¿Porqué se le habrá eliminado?
Jipijapa— Esta voz viene de la lengua j;/«^íí, y signi-
fica sombrero fabricado con la paja conocida por bom-
bonaje.
Jora— (Del quechua) El maíz preparado para hacer
chicha— El Diccionario trae, en tal acepción, la pala-
bra sora tan desconocida, en América, como el cachas-
pari de que ya hemos hablado.
Julepe — Apuro, prisa — Miedo, susto.
Justiciable— Aquello en que la justicia debe inter-
venir para absolver ó penar.
-87-
Largona— Dar largona es demorar la resolución de
un asunto. No decimos, en América, dar largas á un
negocio.
Librecambista— Partidario del libre cambio.
Linchar— Aplicar á un delincuente lo que, en Amé-
rica, se conoce por ley Lynch.
Linchamiento— El acto de linchar al criminal.
Lipes— El Diccionario llama piedra lipis al sulfato de
cobre del que, en el siglo XVI, se descubrieron abun-
dantes minas en el Alto-Perú (hoy Bolivia), en la pro-
vincia de Lipes. Según el padre Alonso Barba, en su
importante obra sobre Metalurgia, se llevaron á Espa-
ña muestras, dándose á la piedra el nombre de lipes (y
no lipis, como quiere la Academia, ni lipes, como escri-
ben muchos peninsulares) en memoria de la provincia.
En América decimos y escribimos, con sobra de fun-
damento, piedra lipes.
Liso, a — A las acepciones del Diccionario añadimos
la de fresco, descocado, atrevido. La Academia admite
la de desvergonzado, pero solo como término de Ger-
manla — No sea usted liso! dicen nuestras paisanas al
galán que empieza á propasarse ó deslizarse.
Lisura— Palabra ó acción irrespetuosa. La Acade-
mia dá á la voz lisura las acepciones de ingenuidad y
sinceridad— Decirle á un prógimo lisura y media es
hartarlo á desvergüenzas.
Literatear — Ensayarse en escribir para el público,
ocuparse en literatura sin gran competencia para ello.
Logomaquia— Disputa sobre palabras ó ideas de
poca importancia.
Londonense — El nacido en Londres (London). En
buena filología no se le puede llamar londronense ni lon-
drinense.
M
Máchica — (Del quechua) La harina de maíz tostado
que, á puñados, comen nuestros indios, mezclándola
«•-*= oo ■"■
con azúcar y canela. También se hace máchica del ma-
ní ó cacahuete tostado.
Majaderear— Porfiar con mucha obstinación.
Malón— Algarada, ataque sorpresivo de tribus sal-
vajes sobre poblaciones civilizadas.
Mamada— A la acepción del Diccionario agregamos
la de ganga ó ventaja conseguida á poco precio, ó con
pequeño trabajo. Fernández Cuesta trae este neolo-
gi?mo.
Mamandurria— El sueldo que se disfruta sin mere-
cerlo: el provecho que se obtiene con poco ó ningún
esfuerzo»
Mancarrón -Caballo inservible. También llamamos
mancarrón á una empalizada para desviar por corto
trecho el curso de un riachuelo ó de un arroyo.
Mangajo— Desgarbado, desaseado, hombre sin vo-
luntad para nada y del que se hace lo que se quiere.
Mantequillera -La vasija en que se sirve la man
tequilla.
Maraca— Un juego popular y de suerte.
Maritatas— Trebejos, objetos de poco valor.
Maromear— Vacilar para resolverse; inclinarse, se-
gún los sucesos, á uno ú otro bando; estar á la de viva
quien venza. u i a
Maromero— Más que al que baila sobre la cuerda,
llamamos maromero al que, en política, contemporiza
con todos los partidos. j t a ^
Masacote— Toda masa mal preparada. La Acade-
mia escribe mazacote ¿Porqué?
Masacotudo, a— Se aplica al pan, bizcocho, guisa-
do ó pasta en que la masa está pegajosa y mal prepa-
MÁs ato- Fernández Cuesta trae este americanismo.
El masato es una especie de mazamorra que de pláta-
nos ó yucas condimentan nuestros indios, principal-
mente los salvajes. ,
Mataperrear— Hacer travesuras, estar de juerga,
hacer novillos los escolares.
Mataperros— Granuja. La voz no se usa en smgu-
\i\r— Por un perro que maté me llaman el mataperros, re-
frán que en España hemos también oido, y con el que
o __ 39 —
se expresa que basta haber cometido una íalta para que
se nos atribuyan otras parecidas.
Maturrango— Mal ginete.
Mucamo, a — Tan generalizada se halla esta voz, ori-
ginaria del Brasil, en las repúblicas del Plata, en la
acepción de criado ó sirviente doméstico, que sería im-
posible excluirla del lenguaje.
Medioeval — Muchos académicos han usado este vo-
cablo que no está en el Diccionario.
Mecha — Chanza, bnrla, broma, chisme, mortifica-
ción— Fernández Cuesta trae la voz — No es mala mecha
la que tengo en el cuerpo decimos para expresar que nos
sentimos mortificados por algún chisme — Esa es mecha,
equivale á decir esa es filfa, mentira, cuchufleta,
broma.
Mechificar — Burlarse del prójimo, fastidiarlo.
Micrografía — Descripción de objetos vistos con el
microscopio.
Minga— (Del quechua) Faena voluntaria de pocas
horas que, en día festivo, hacen los peones en las ha-
ciendas, sin más recompensa que la de un poco de chi-
cha ó de aguardiente. La minga es siempre pretesto
para jolgorio en el campo,
Montubio, a — Persona del monte, ordinaria, grose-
ra, sin modales, que no pierde el pelo de la dehesa.
Motinista — El que toma participación en un motín.
La Academia admite solo amotinador, nombre que, en
mi concepto, corresponde más al cabecilla de motín
que á los secuaces.
Mozón, a— Dícese por la persona que tiene gracia
para hacer una burla.
Mozonada— Burla graciosa.
Muchitanga— La muchedumbre populachera.
MultÍfedo — Animal de muchos pies.
Mutismo — En la acepción de mudes no solo se usa en
América sino en España. Pereda, en su novela Nubes
de estío^ ha empleado la voz. El mutismo no es cualidad
de los mudos sino de los que tenemos la lengua espe-
dita,
40 —
N
Nacionalizar— La Academia no acepta este verbo
V exiie que se diga naturalizar, vocablo en el que no
entra la idea de nación sino la de naturaleza— Nadie dice
ni escribe, por el acto de cambiar una nave mercante
de bandera, que se naturaliza sino que se nacionaliza.
Nacionalización— No está en el Léxico, por mucho
que la voz se lea en la Constitución de vanas repu-
blicas.
Neología— El ramo ó parte de la Gramática gene-
ral que trata del empleo de vocablos y giros nuevos.
Numismatografía— Ramo de la numismática relati-
vo á la descripción de medallas antiguas.
Ñañigo— El perteneciente á una asociación secreta
que, en la isla de Cuba, han formado los negros-
Ñato, a— Equivale al chato, a, de España— La Mata,
en América, es la Muerte.
Ñeque— Brío, potencia, coraje, vigor, tuerza, rox^ws.-
X.QZ—Tenermucho ñeque QS stv mwy hombre, muy íuer-
te, muy guapo.
O
Objetante— Admitida por la Academia la voz pre-
guntante, no hay razón para excluir objetante, vocablo
muy usual en nuestras Universidades.
Obstruccionista— Llamamos así al que, en los cuer-
pos colegiados, busca siempre inconvenientes para la
realización de un propósito. W sistema de poner dih-
cultades lo llamamos obstruccionismo.
o — 41 —
OcLOCRAClA — Gobierno formado por la ínfima clase
popular. Y aquí nos vienen á la pluma dos vocablos,
que olvidamos apuntar en la letra C, y que son muy
usados por los periodistas — Canallocracia y canalldcrota,
que expresan lo contrario de aristocracia y aristócrata.
Omófago — El que se alimenta de carne cruda.
Ocosial — (Del quechua) Terreno húmedo que se
deprime y en el que hay alguna vegetación.
Oportunismo— Partido político formado por los ma-
romeros, vividores, equilibristas, tejedores y cubile-
teros.
Oportunista — Llamamos así al que espera el triunfo
de una causa para exhibirse como apóstol de ella, y
hasta como mártir, aunque ni con sus oraciones hubie-
ra contribuido al resultado.
Orfebre — Trayendo el Diccionario orfebrería, no
hay porqué excluir al artífice.
Orfelinat )— Casa de huérfanos, en América. Ape-
sar de su saborcito francés, la palabra satisface una exi-
gencia del lenguaje. El orfelinato es de la misma fami-
lia que el manicomio y el panóptico, consignados en el
Diccionario.
Orificar— Llenar con oro la picadura de una muela
ó diente.
Orificación — La acción de orificar.
Orificador — Pequeña herramienta que sirve para
orificar.
Orografía — Descripción de montañas.
Paco — (Del quechua) La enfermedad á que la cien-
cia da el nombre de afta, enfermedad que, general-
mente, sufren los niños en lactancia — En algunas repú-
blicas se llama /««Tí? al gendarme — Paco-vicuña, animal
que se encuentra en las regiones más frígidas del Perú
y de Bolivia, y cuya lana es muy estimada para tejidos.
Pajonal — Terreno en que abunda la paja.
Palangana— Pedante, fanfarrón. Estas acepciones
no las trae el Léxico.
Palanganada— Pedantería, fanfarronada.
6
— 42 —
Palanganear— Alardear de saber lo que se ignora,
ó de poseer cualidades de que se carece,
Panga— (Del quechua) La hoja amarilla que envuel-
ve la mazorca de maíz y que, entre otros usos, se em-
plea en lugar de papel, para los cigarrillos llamados
de panca.
Panofobia— Estado del ánimo en que predominan la
melancolía y el terror.
Panegirizar — Verbo de frecuente uso en nuestra ora-
toria sagrada. Juan de Arona no lo considera como
neologismo, pues el padre Isla lo empleó en el capítulo
IX de su Fray Gerundio. Admitido está el verbo histo-
riar, y de historiar k panegirizar (hacer el elogio ó pa-
negírico) no hay gran trecho de camino. Si el padre
Isla en materia de lenguaje, es autoridad reconocida
y recomendada por la misma Academia, no hay moti-
vo para tildar de malos hablistas á los americanos que,
en el pulpito, panegirizan.
V K'^TOV.'ía'LLk.— Tener pantorrilla es fincar presunción
en algo, y conquistarse fama de candido — Acariciar la
pantorrilla de fulano, es halagar su vanidad — Tener muy
gorda la pantorrilla, es ser tonto de capirote.
Pantorrilludo, a — Presumido, candido. Tanto es-
te vocablo como el anterior no tienen, en el Dicciona-
rio, la acepción que, en América, les damos.
Pampero— Huracán de las pampas. El Diccionario
W^iXXiTi pampero solo al habitante de las pampas. El poe-
ta Zorrilla ha usado la voz en la acepción que aquí le
damos, y que es la generalizada.
Paporreta — Hablar de 'paporreta es locución que
aplicamos á los que hablan de corrido, con la elocuen-
cia del chorro de agua, y con poca ó ninguna concien-
cia de lo que dicen.
Patriotería —Exajeración ridicula de amor á la
patria.
Patrioterismo— Lo mismo q\iQ patriotería.
Patriotero, a — Decimos artículo patriotero, mani-
(estación patriotera, y hasta fulano es un patriota muy pa-
triotero. Excusamos la definición.
Patuleco, Ar-La Academia trae patojo, voz que no
usamos en América.
Paquete— A las acepciones de U Academia añadí-
o — 48 —
mos-4a de Ihmsir pa^ueU al que viste con lujo un tanto
cursi — Ponerse paquete, es vestir la ropa dominguera.
Paradojal — Lo altamente paradógico.
Pavimentar — Hacer el pavimento de un edificio, ca^
He, etc.
Pavimentación — Lo mismo que pavimento en acep.
ción más lata.
Pedímano— Cuadrúpedo que, en los pies de atrás,
tiene el pulgar separado, lo que le permite servirse de
aquellos como si fueran manos.
Pechuga — Exceso de confianza. Esta acepción falta
en el Léxico. Decir ¡qué pechuga! equivale á ¡qué lla-
neza! qué confianza!
Pechugón, a — Persona confianzuda, de poca deli-
cadeza.
Pepa— El hueso de algunas frutas como la palta, el
mango, el melocotón, etc. La Academia trae solo
pepita.
Pericote— Ratón americano más pequeño que la rata.
Personalidad— Cuando decimos, escribe Amunáte-
gui Reyes, que fulano es una personalidad queremos
significar que es sujeto de prestigio é influencia. La
Academia no trae esta acepción admitida por D. Víc-
tor Balaguer, en su libro Añoranzas.
Personería— En los tribunales americanos no hay
personalidad ]\\r\á\C2i sino personería. El Diccionario no
trae esta acepción.
Petrolero, a — Este vocablo nació con los excesos
de la Comuna, en Francia, y nadie rehuye pronunciar-
lo ó escribirlo, pues la voz Í7icendiario no tiene por
completo la significación á^ petrolero.
Picaflor— Especie de colibrí ó pajarito originario
de América. En todas las repúblicas se le conoce con
este nombre.
PlCASENA— Enojo, disgusto, desazón, retraimiento.
Pirca.— (Del quechua) Pared hecha sin argamasa.
Este americanismo lo trae Salva.
Pisco — La tinajuela de barro en que el productor
vende el aguardiente.
Piscóla VIS— ^¿-//¿zr un piscolabis es beberse una copa
de aguardiente de Pisco, provincia del Perú que pro-
duce un delicioso aguardiente de uva.
Pitar — Fumar pitillos ó cigarrillos.
MWM 44 ***
Pk^ue— En pocas repúblicas se llama nigua al pique.
Piquín— El novio, el galancete de una joven.
Planazo— En el sentido de cintarazo, voz no usada
en América. '^
Planchado, a — Estar planchado es no tener ni un
centavo en el bolsillo. Falta en el Diccionario esta lo-
cución americana.
Pl\tudo, a — El rico de pueblo.
Plebiscitario, a — Lo que se refiere al plebiscito. En
las democracias no se puede hablar ni escribir prescin-
diendo de este adjetivo. A cada paso tropezamos con
las actas plebiscitarias ó el mandato plebiscitario.
Preciosura — Distinguimos entre preciosura y precio-
sidad, que es la palabra del Léxico. Una madre, en
América, nunca llama á su hijo preciosidad sino precio-
sura. Solo tratándose de objetos que tienen precio me-
tálico decimos preciosidad.
Prestigioso, a— La Academia solo acepta este ad-
jetivo en la acepción de prestigiador ó jugador de cubi-
letes, y no en la de persona influyente, notable, distin-
guida que goza de gran prestigio — Gobernante presti-
gioso, caudillo prestigioso y autoridad prestigiosa, son
locuciones de consumo diario en América. Y á propó-
sito ¿Por qué no se habrá dado lugarcito en el Diccio-
nario al sustantivo desprestigio ni al verbo desprestigiar,
voces muy castizas y de constante empleo?
Presupuestar — Formar presupuesto. Desde ha me-
dio siglo está la Academia haciendo de este verbo cues-
tión batallona, y el tal verbo erre que erre obstinado
en vivir. Lo que es, en América, tiene ya carta de
ciudadanía expedida por los indoctos y refrendada por
los doclos. El verbo preiuponer, en América, lo usamos
solo en la acepción de dar por cierta, notoria y constan-
te una cosa para pasar á tratar de otra; pero no encarna
ni despierta en el espíritu la idea de numeración ó de
cifras, como quiere la Academia, la que estima el vo-
c^h\o presuposición como sinóiñmo de presupuesto. Gra-
cioso sería que un ministro purista, apoyándose en la
autoridad de la Academia, nos saliera con Presuposición
de gastos del Ministerio de Guerra, pongo por caso.
Tendencia natural de todo idioma es la de enriquecer
SU vocabulario. El léxico inglés, por ejemplo, en el pri-
^ — 45 -^
mer cuarto de nuestro siglo, era muy poquita cosa, y hoy
es verdaderamente numeroso en vocablos y acepciones.
Pero la Real Academia, por mucho limpiar y mucho
Jijar, está haciendo del habla castellana una lengua po-
bre, casi litúrgica. No creo que la intransigencia siste-
mática dé esplendor al idionla. Con sobra de razón dijo
uno de mis compañeros en la Correspondiente de Linia,
hojeando un ejemplar de la duodécima edición del Dic-
cionario, que el léxico español se parece á las camisas
de algodón. Mientras más se lavan, más se encojen.
Policiaco — El ájente subalterno de la policía. La
voz es despreciativa.
Politiquear — Manía de hablar de política entre los
de escaleras abajo.
Politiquería — Y e2LSt politiquear.
Politiquero, a — Persona i\ue politiquea.
Polipétalo — Flor que tiene muchos pétalos.
Potrero — Terreno cercado y sembrado, regularmen-
te de poca extensión.
Privador, a — Persona que, con facilidad, cambia de
predilección en sus amigos.
Pucho — (Del quechua) Lo que, en España, se llama
colilla ó punta de cigarro. En América nadie arroja la
co\\\\2l sino é[ pucho— No vale un pucho, locución despre-
ciativa tan generalizada como esta otra — me importa un
pucho.
Puchuela — Cosa de poca importancia, obsequio de
pequeño valor.
Puna — (Del quechua) Dase este nombre á las alti-
planicies más frígidas de los Andes.
Puquio-— (Del quechua) Fuente natural de agua muy
cristalina, y que llega á formar un estanque ó pozo poco
profundo.
a
Quena— (Del quechua) Especie de flauta con que los
indios del Perú, Boliviay Ecuador se acompañan para
cantar un yaraví.
Quinchar — (Del quechua) Levantar paredes de quin-
cha. El Diccionario trae este sustantivo, pero no con-
signa el verbo.
^ 46 — '
QüiNUA— (Del quechua) Simiente lenticular con la
que se hace un guiso muy sano y alimenticio.
Quipe— (Del quechua) Lío ó atado que cargan las
indias á las espaldas, en el que llevan ropa, comestibles
y, á veces, hasta al hijo en lactancia.
QuiPUCAMAYO— (Del quechua) El descifrador de qui-
pus ó quipos, como dice el Diccionario. El vocablo lo
traen Garcilaso y otros historiadores.
QuiRQUiNCHO~(Del quechua) Animalito de la espe-
cie del armadillo, muy abundante en Bolivia, que tiene
un carapacho como la tortuga, caparazón que los in-
dios utilizan para el charango, instrumento parecido á la
bandurria.— Hombre de mal genio— Cigarrillo que se
elabora con tabaco del Beni.
R
Rabona -La mujer que, en muchas de nuestras re-
públicas, acompaña al soldado en sus marchas y hasta
en el campo de bataWsi— Hacer la rabona, hacer novillos
un escolar.
Rabudo, a— Lo que tiene gran rabo— Los mojigatos
llaman rabudos á los pecados mortales— j5/ Rabudo, el
Diablo— 5(7 cabello rubio buen piojo rabudo, se lee en un^
antiguo refranero español. No me parece neologismo
nuestro, sino palabra que nos trajeron los conquistado-
res y que hemos conservado.
Realización— Falta el vocablo en el léxico.
Refractario, a — Rebelde, negativo, resistente.
¿Porqué no ha da agregarse esta acepción, tan genera-
lizada, á las que el Diccionario trae? El uso, mal que
pese á Baralt, ha impuesto la que aquí apuntamos.
Refranero — Libro en que se han coleccionado los
refranes— La voz, aunque, usada por escritores muy
cultos, no se halla en el Diccionario.
Remoler— Estar de jarana.
Remolienda— Parranda, jarana.
Republicanear — Alardear de republicano.
Republicanismo— Tener palabras y acciones de re-
publicano, tratar á los demás de igual á igual.
Retobar — Forrar en cuero un objeto.
Retobo — La acción de retobar.
- 47 -
Resondrar — Dirijir á una persona palabras injurio-
sas. Las mujeres son las que más conjugan el verbo.
Revancha — En la acepción de desquite se ha usado,
en España, por buenos hablistas como Ventura de la
Vega, Mora y Ochoa. Es galicismo tan generalizado
que ya no admite rechazo, tanto más cuanto que, en es-
pañol, no tiene verdadero equivalente.
Rifle — Fusil moderno, aunque la palabra no lo sea
mucho, pues estuvo en boga, en Colombia, Bolivia y el
Perú, durante la guerra de independencia. En la bata-
lla de Ayacucho, el batallón Rifles combatió Con gran
bizarría.
Riflero — Soldado que maneja el rifle. No hay im-
propiedad en la voz desde que la Academia llama fusi-
lero al que maneja el fusil.
RocAMBOR — En casi toda la América se conoce con
este nombre el juego de tresillo.
RocAMBOREAR— Jugar tresillo.
RocAMBORiSTA— Jugador de tresillo.
8
Sableador — Así llamamos, en América, al militar
que no tiene otro mérito que el de ser bravucón ó co-
medor de carne cruda. En España oí que los llamaban
espadones, y, por cierto, no en el sentido de eunucos, que
es el que el Diccionario da al vocablo espadcfn— También,
como allá, llamamos sableador al petardista.
Sablear— Dar sablazos y petardear.
Salvajismo— El señor Batres Jáuregui defiende la pa-
labra salvajez, que nadie usa en América, por mucho
que la traiga el Diccionario. Entre nosotros no se dice,
por ejemplo, actos de salvajez sino actos de salvajismo.
Sanguaraña— Un baile popular — Dejarse de sangua-
rañas es dejarse de rodeos é ir al grano.
Sangüarañero, a— Persona que baila sanguaraña, la
que anda con remilgos para referir algo.
Secreteo— Hablar bajo y al oído de otra persona.
Secretearse— El secreteo mutuo.
— 48 — t
Signatario, a — La persona que firma un documento.
La voz es muy usada por los diplomáticos.
Sindicato — Corporación elejida de entre los accio-
nistas de una empresa. Hay diferencia, y mucha, entre
sindicato y gerencia, que es la voz que el Diccionario
trae. En el Congreso Literario de Madrid, á propósito
del comercio de libros, dos ó tres de los oradores ha-
blaron sobre la conveniencia de establecer un sindicato^
de libreros y editores; y en el Congreso Mercantil oí
también la palabra á don Segismundo Moret, gran ora-
dor y académico de la Española.
Sinvergüenza— El que carece de dignidad ó de ver-
güenza. El doctor Thebussem diserta muy atinadamen-
te sobre la necesidad de admitir el vocablo.
Sinvergüencería.— Falta de decoro ó de vergüenza.
Solucionar — Empleamos este verbo, que la Acade-
mia no admite, en el sentido de poner término ó resol-
ver una cuestión, un problema, un conflicto, un litigio.
El uso ha hecho que, en América, demos idéntico sig-
nificado á los verbos solucionar y resolver, y á los sus-
tantivos solución y resolución.
Soroche— (Del quechua) Dolencia, á veces mortal,
que acomete á los viajeros en la cordillera andina.
Subvencionar — A cada paso se lee la frase subven-
cionar la prensa, esto es, favorecer á un periódico con
una subvención oficial ó de alguna empresa. Nada de
forzado tiene el verbo.
Sucucho— Chiribitil, habitación pequeña, incómoda
y sucia.
Suertero, a En el Perú y otras repúblicas no se
venden billetes de lotería sino de suertes, y al vendedor
ó vendedora de ellos se le llama suertero b suertera. Por
mucho que, en rigor gramatical, debiera llamársele
sortero, el gremio de suerteros protestaría, y con derecho,
pues há más de un siglo que, en el Perú, se halla en po-
sesión pacifica y nunca discutida del vocablo. El virrey
Gil y Lemus, en una pragmática ó reglamento que pro-
mulgó en 1792, los llamó también íw^r/í-rí^j. En cuanto
á la voz sortero, bien se está con sus acepciones de ago-
rero y adivino que el Diccionario le acuerda.
Superviviente— La voz jurídica, en América, no es
— 49 —
sobreviviente como exije la Academia, apesar de admi-
tir el vocablo supervivencia.
SucEPTiBLE— Delicado, quisquilloso, fácil en darse
por ofendido. La Academia no trae esta acepción.
SUCEPTIBILIDAD— Disposición del ánimo para ofen-
derse por nimiedades. Él vocablo es muy usado, pero
no se halla en el Diccionario. Algunos escriben suscep-
tibilidad y susceptible.
T
Tambarria— Jarana, parranda escandalosa que tiene
la gente más ruin del populacho.
Tatuar— En Oceanía y en algunas tribus salvajes de
América acostumbran los indios pintarse, con colores
imborrables, el rostro, brazos ó pecho, dibujando ani-
males, jeroglíficos y otros emblemas.
Tatuaje— La acción de tatuarse. El tatuaje es hoy
frecuente entre marineros.
Tradicionista — El que relata ó escribe tradiciones
populares, cosa muy distinta del tradicionalista que la
Academia define. Y no me digan que abogo en causa
propia al apuntar el vocablo. A. nadie, que yo sepa, se
le ha ocurrido hasta ahora decir ó escribir el tradicio-
nalista Ricardo Palma.
Tejedor— Falta en el Diccionario la acepción que,
en 1540, dio á este vocablo el Demonio de los Andes.
Véanse maromero, cubiletero, oportunista y vividor.
Tembladera— Damos, en América, este nombre á lo
que el Diccionario llama tremedal.
Tetelememe — Tonto— Hacerse el tetelememe, simular
tontería.
TlMBiRiMBEAR— Jugar en las casas de juego mal afa-
madas. .
TiMBiRiMBERO— El que concurre á las timbas ó tim-
birimbas.
Tocuyo— Tela burda de algodón que, por lo barata,
tiene gran consumo,
- 50 -
Tolderías— Llamamos tolderías (siempre en plural)
á los ranchos ó tiendas que los salvajes levantan en sus
escursiones por las pampas.
Tutuma— La cabeza — Ser duro de tutuma, ser torpe,
sin entendederas.
U
Ulpo — Especie de mazamorra hecha de trigo ó de
maíz, con la que se alimentan los indios en muchos pue-
blos de América.
Usual — Entre otras acepciones de esta voz, trae el
Diccionario la de — aplícase al sujeto sociable y de buen
genio — Perdone la Academia; pero nunca hemos oído
decir: — don fulano es un caballero muy usual.
Viaticar— Administrar el viático. Este verbo, de
uso frecuente, en la prensa de Madrid, en la que diaria-
mente se lee — " ha sido ayer confesado y viaticado don
fulano de tal " — principia á aclimatarse en América.
No lo patrocinamos, como no patrocinamos los verbos
obstaculizar, silenciar (callar,) ni sesionar (celebrar sesión,)
neologismos que empiezan á generalizarse sobre todo
en el periodismo.
Vigencia — Las leyes en vigencia es locución de uso
diario.
Viva ! —Exclamación de aplauso. El vocablo vitor ha
pasado al panteón de los arcaísmos.
Vivar — En la época colonial siempre que se trataba
de elección de abadesa ó de prior de convento, de co-
lación de grado universitario, de algo, en fin, que sig-
niOqase lucha y la consiguiente victoria, los americanos
- 61 -
victoriabamos ó vitoreábamos al vencedor, Con la inde.
pendencia murieron los vitores, pues ya ni entre monjas
se oye la palabra. Hoy se viva a todos y por todo: an.
tes del triunfo, en el triunfo y después del triunfo. Los
vítores eran hijos del éxito. ¿Hay fiogaño un bochinche
popular? Lo primero que pregunta el curioso es ¿á
quién vivan? Y después los vivas se encargan de decirnos
por quién quedó el campo. El verbo vivar es republicano
por excelencia, y en América vivimos conjugándolo
siempre- Y no me digan que es desusado en España,
pues lo he oído nada menos que de boea del ilustre
académico don Gaspar Nuñez de Aree quien, al clausu-
rar el Congreso Literario, terminó su discurso con es-
tas palabras — ¡Viva España! Vivan las repúblicas hispa-
no-americanas!
Vividor — Dícese por la persona amoldable á todo, y
que así está bien con San Miguel como con el diablo.
VoLUPTUOTiSMO — No es lo mismo que voluptuosidad,
Castelar, en su Nerón, hace resaltar la diferencia.
Yacimiento — Criadero de algunas sustancias. Así
^tQXTíiOS, yacimientos de salitre etc.
Yaraví — (Del quechua) Canción amorosa y melan-
cólica de nuestros indios. La voz la usaron muchos
historiadores.
Yapa — (Del quechua) Lo que el Diccionario llama
adeliala, vocablo desconocido en América.
Yapar— Dar la j¿í/íz.
Yanacona — (Del quechua) El individuo á quien el
propietario de un fundo rústico arrienda, para que lo
cultive, un lote de terreno.
Yanaconizar — Dividir un fundo en lotes y distri-
buir éstos txiXj o. yanaconas.
Yeguarizo — Decir que fulano tiene un yeguarizo
equivale á decir que tiene gran cantidad de yeguas
para mejoramiento del ganado caballar. Esta es la única
acepción que, en América, damos al vocablo. La que le
da el Diccionario no la usamos,
— 52 —
Zacuara— La espiga de la caña brava. Según Juan
de Arona, la voz procede del guaraní tacuari, y alega
razones para preferir que se escriba zacuara, y no ta-
cuara ni sacuara.
Zafacoca— Pendencia, desorden, revoltijo.
Zaine— Obsequio de frutas, pastas, dulces, pañuelos,
objetos de briscado y otros de poco precio que, en aza-
fate cubierto por un paño, acostumbraban hacer las
monjas á sus confesores, y las personas de la clase me-
dia á sus amigos ó parientes, en el día de cumpleaños.
Zamacueca— Baile popular del Perú y Chile.
Zamacuequero, a— Persona diestra en ese baile.
Zapallo— (Del quechua) Calabaza americana cuya
pulpa es amarilla— 5m¿r¿j:r zapallo, dicese por el que
tropieza y cae.
NOTA— Ño pretendo haber atinado siempre eti la
definición de vocablos, y creo que no serán pocos los
que reclamen modificación ó ampliación. Omnía sut>
correctione etc.
APÉNDICE
Mi querido colega: He leído y estudiado la colec-
ción de papeletas, que hoy le devuelvo. Tal vez no lle-
guen á media docena los vocablos cuya admisión no
estimo necesaria. En cambio, y por si usted quisiere
utilizarla, le acompaño una relación de palabras de I re-
cuente uso, y que, apesar de ser castellanas, no están en
el Diccionario.
Muy cordialmente suyo.
J. A. DE Lavalle,
Lima, Julio i8 de 1892.
Autoritativo, a.
Bicicleta.
Ciclismo.
Ciclista.
Comprovinciano, a.
Centralista.
Comité.
Convencionalismo,
Copartidario, a.
Educacionista.
Eleccionario, a.
Espécimen.
Equilibrista.
Federalista.
Humorismo.
Humorista.
Humorístico, a.
iniciador, a.
Iniciativa.
Intransigible.
Locatario, a.
Mercantilismo.
Miríada.
Notabilidad.
Obscurantismo,
Obscurantista.
Parlamentarism
Positivista.
Propagandista.
Reaparecer.
Recipiendario.
Reformista,
Reprobable.
Rudimentario, í
Unitarisla.
Velocipedista.
PC Palma, Ricardo
4822 Neologismos y americanismos
P3
PLEASE DO NOT REMOVE
CARDS OR SLIPS FROM THIS POCKET
UNIVERSITY OF TORONJO LIBRARY